¡NO LO LEAS!

Ser el Presidente de la Alianza de Mundos Civilizados no es una tarea agradable.

Constantemente, he de ser yo mismo quien comunique a un sistema candidato que su petición ha sido rechazada y que se va a poner en marcha el Protocolo de Bloqueo de Comunicaciones, por el que se impedirá que se produzcan contactos con ninguno de los miembros de la Alianza y se restringirán sus viajes estelares, evitando que ninguna de sus naves pueda nunca ir más allá de un radio de medio año luz de distancia.

Siempre se les indica que el Protocolo es una medida provisional, y que podría reconsiderarse su aplicación en la siguiente revisión de su expediente… Tal cosa nunca ha sucedido, ni creo que ocurra jamás, pues los impedimentos para el ingreso de un sistema se refieren a aspectos muy arraigados en las civilizaciones rechazadas.

Tampoco me quedo satisfecho cuando, tras anunciar que un expediente de admisión ha llegado a buen término, tengo que especificar las draconianas condiciones que se impone al nuevo miembro. No puede ser de otra manera; los sistemas fundadores de la Alianza jamás renunciarían a los privilegios que les otorga su antigüedad.

La situación de los que gobernamos este rincón del Universo se complicó el día que el Senado de la Alianza aprobó el procedimiento denominado Eliminación Previa de Sistemas no Aptos, o EPSA, como suele abreviarse mediante el uso de sus iniciales en el idioma estándar.

La EPSA no es más que un eufemismo para suavizar, a efectos burocráticos y de imagen, la palabra “genocidio”…

No es que no me parezca una medida adecuada y civilizada; al fin y al cabo, mejor esterilizar un sistema que permitir que termine suponiendo un peligro para la estabilidad de la Alianza. De lo único que me quejo, en realidad, es que es la firma digital del Presidente la que debe constar en la orden de aniquilamiento de toda una raza, como si la única responsabilidad fuera mía…

Por suerte, desde que comencé mi primer mandato, hace ya cuatrocientos años estándar, de los ciento treinta y cuatro sistemas exterminados por la aplicación de la EPSA, únicamente se ha demostrado posteriormente que en los expedientes de ocho de ellos faltaban datos suficientes como para afirmar que tuvieran que ser destruidos. Como comprenderá quien lea esto, la vida de un puñado de miles de millones de seres no demasiado avanzados técnicamente no le debería quitar el sueño a quien gobierna dos mil ochocientos veinte sistemas. Sin embargo, debo estar haciéndome algo mayor, porque en mis últimos ciclos nocturnos me ha dado por pensar que quizás mi propia raza no habría superado en el pasado el test básico de aplicación de la EPSA.

En este momento, tengo ante mí el dossier electrónico de lo que será mi última EPSA antes de presentar mi dimisión como Presidente; no puedo seguir adelante si comienzo a padecer sentimientos primitivos como la piedad o la sensibilidad…

En fin, al menos, en esta EPSA no hay duda: el sector en el que se encuentra el sistema en cuestión permite el estudio temporal de su evolución, y se trata, sin duda, de una civilización cuyo carácter violento y visceral no va a evolucionar de forma paralela a sus logros científicos.

De las alternativas que refleja el estudio temporal de su sociedad, las dos más plausibles son su propia destrucción o un perjuicio notable para los mundos de la Alianza cercanos, por lo que será mejor que mande su ejecución cuanto antes.

Y sin embargo, es cierto que estoy comenzando a hacerme viejo… Cuando me solicitaron la fecha para la aniquilación completa del sistema, decidí que ésta se iniciaría en el momento en que cualquiera de los habitantes del sistema condenado leyera estas palabras…


© Sam 2008