Acabo de ver Blade Runner después de 25 años... se dice pronto.
No sé si por suerte o por desgracia, el tiempo ha pasado más por mí que por la película, aunque es de agradecer que también haya pasado el tiempo en la técnica a la hora de visionar cine en casa: la última vez que la vi fue en vídeo, y esta vez me he permitido hacerlo en DVD, con un sonido excelente y pantalla de 42"... mejor así, ¿no?
Salvo por la fecha en la que está ambientada (2019, a la vuelta de la esquina), la sociedad que se presenta en ella resulta casi profética: las ciudades son ya un enorme suburbio en el que habitan aquellas personas (en su mayoría de origen oriental) que no pudieron escapar a los planetas en los que se promete una vida mejor.
A veces, la pausa, la recreación de las escenas, lejos de aburrir, nos permiten paladear una obra maestra, y eso es lo que ocurre con Blade Runner.
Demasiado "espesa" para los aficionados a la ciencia ficción fácil y de aventuras, pero todo un ejercicio de aprender a saborear momentos para los que nos vanagloriamos de haber subido un peldaño más.
Y es que en esta película (y por ende en la novela original), no hay lucha del bien contra el mal; es más, ¿hay lucha?... En el fondo, ninguna otra, salvo la interior de unos personajes tan definidos como acertados y torturados.
No hay buenas historias de ciencia ficción, ni históricas, ni fantásticas, ni costumbristas... hay buenas historias; sin más. Lo demás, es saber circunscribir lo que se quiere decir en un buen ambiente, y -¡por los dioses!- si algo tiene Blade Runner es una ambientación soberbia, en un mundo inquietante, casi de pesadilla.
El miedo a la muerte, la aceptación de lo que uno es en realidad, ver cómo es la vida desde la mirada del otro... ¿Quién dijo que la Ciencia Ficción es banal; tan sólo un divertimento para niños y frikis?...