La novela se encuentra escrita en más o menos su tercera parte. Si leíste Embajada Federal, puede que te apetezca saber cómo empieza la continuación de la serie Crónicas de la Federación...



Introducción

BASE 112-SS

—¿Está seguro de la verificación? —el almirante Arnold había sufrido ya demasiadas sorpresas desagradables los últimos años como para no haberse vuelto extremadamente desconfiado— ¿No será otra trampa de esos neomasianos hijos de puta?

—En absoluto, señor —respondió el capitán responsable de la base comprendiendo los recelos de su superior—. Es imposible que se hayan alterado o simulado los códigos federales que recibimos. La identificación se corresponde con el transporte concertado Mercurio; es antigua, pero completamente válida.

—¿Cómo de antigua?

—Alrededor de tres siglos y medio, señor. La computadora confirma, además, que el código personal del embajador Darcosi es correcto.

—¡Dioses! —exclamó el almirante— ¿Dónde habrá estado ese hombre durante trescientos cincuenta años?

—No lo sé, señor. Según los datos a los que hemos tenido acceso, se le dio por desaparecido junto a la tripulación de la nave que le llevó hasta un sistema llamado… Wénder. Espere… Ahí está el resto de la información: a los nueve días de perder contacto con el embajador, la estrella del sistema estalló de repente. No se sabe el motivo. Al parecer, se tenía constancia de la presencia de naves de combate del Imperio y grupos de asesores de la Alianza de Sistemas.

—Pues espero que la explosión de la estrella se llevase a muchos de esos bastardos por delante… En fin, ¿qué han dicho?

—De momento, nada; recibimos únicamente códigos y un mensaje automático que indica que tienen inutilizada la puerta de comunicaciones y hasta que estén más próximos a nosotros tan sólo pueden emitir.

—Bien, Base 112, manténganme informado de cuanto ocurra en relación con la nave.

—A la orden —antes de que la comunicación instantánea terminase, el capitán añadió—: Señor, quizás… Puede que tuviésemos alguna posibilidad de salvarles si…

—¡Ni se le ocurra, capitán! ¡No podemos intervenir! ¡Es una orden! Sabe tan bien como yo que perderíamos las naves de apoyo que enviásemos. Sin la cobertura de las baterías de superficie, la superioridad neomasiana es inapelable. Cuando podamos establecer contacto con la tripulación, les informaré yo mismo de la situación. Estaré pendiente de sus noticias.

Cuando la imagen del capitán desapareció; el almirante Arnold se revolvió inquieto en el sillón de energía que ocupaba. El maldito destino debía de haberse cebado en aquel transporte concertado si realmente llevaba tantos años dando tumbos por el espacio sin posibilidad de comunicarse con nadie. Para colmo de males, si no se encontraba plenamente operativo, difícilmente podría escapar a tiempo de los acorazados imperiales que patrullaban en aquel sector del Sistema Solar.

¡Ni más ni menos que un embajador federal! Lástima; seguramente, si lograban evitar el cerco imperial, regresaba a la Tierra a tiempo de ver cómo la Federación de Estados terminaba por desaparecer…